De todas las creaturas, los Humanos son los únicos creados a imagen y semejanza del creador. Que privilegio; cuán misterioso, cuán revelador.
De todos los Humanos, los ateos son los únicos que eligen no creer en un creador; i.e. afirman no ser creaturas sino algún producto de un acontecer fortuito (incrédulos e increados).
De todos los creyentes, los monoteistas afirman la existencia de una único origen creador; i.e. la creación presenta una estructura piramidal y evolutiva. En el plano material, esto concuerda con la teoría del Big Bang.
De todos los monoteistas, las religiones Abrahámicas consideran a Abrahám como el padre del pueblo de Dios; i.e. la persona que Dios eligió para establecer una alianza de salvación. De la descendencia de Abrahám surgirá el mesías. Además reconocen las historias de Adán, Noé, Moisés y Jesús como fundamentales en la revelación de Dios a la Humanidad.
De todas las religiones Abrahámicas, los Cristianos reconocen en JesuCristo al mesías enviado por Dios. Más aún, enfatizan en la naturaleza bipartita de JesuCristo: es Humano y es Dios.
De todos los Cristianos, los Trinitarios creen en un único Dios manifestado en tres personas: el Dios Padre Creador, el Dios Hijo Salvador y el Dios Espíritu Santificador. Su misión es anunciar el evangelio.
De todos los Trinitarios, los Católicos Apostólicos creen en la Iglesia formada por los Apóstoles de Jesús, a quienes el mismo les concedió potestades mediante el Espíritu Santo para construir su reino en la tierra y donde Cristo permanece diariamente en cuerpo y sangre, formando un cuerpo mísitico regido por el y un cuerpo físico regido por el Papa.
De todos los Católicos, los Franciscanos encuentran en San Francisco de Asís un guía espiritual que les muestra una manera de vivir las enseñanzas de Jesús. Al igual que otros carismas mendicantes, esta vida se caracteriza por la mansedumbre y humildad, la pobreza y el desapego, la penitencia y la abstinencia. Más aún, San Francisco representa la radicalidad discipular (entrega absoluta a la providencia), la fidelidad eclesial (reparación de la Iglesia) y el sufrimiento redentor (estigmas).